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“Quien toca este libro toca a un hombre”, dijo Walt Whitman refiriéndose a Hojas de hierba. Una magia análoga le corresponde a Pasen y vean. La vida de Favio, donde la plenitud de crear a sus anchas y vivir para contarlo se juntan admirablemente. En sus páginas, Leonardo Favio habla y muestra. Muestra un mundo en parte familiar y en parte personalísimo. Un mundo en el que la fantasía y la realidad son hermanas gemelas cuyas sombras nos confunden. La mirada del gran director sintetiza el talento de encontrar y transmitir con una puntería y una elocuencia ejemplares. Así aparecen, imborrables, la niñez en Mendoza y el Hogar El Alba, los padres y abuelos, la llegada a Buenos Aires, el Parque Japonés con su mezcla de entretenimiento y clandestinidad, los amigos, Zuhair Jury, las incertidumbres, desdichas y felicidades, Perón, la política, Torre Nilsson, María Vaner, la música, la poesía, Carola, los hijos, el exilio. Y, una y otra vez, el cine. El cine como actividad apasionada, el cine como arte, el cine como respiración. Favio recrea, película tras película -de Crónica de un niño solo a Gatica, el mono-, los orígenes y las vicisitudes, los personajes y las anécdotas, las pequeñas y grandes mentiras necesarias, todo lo que hace falta ser y padecer para hacer cine en la Argentina.
El genial realizador ha encontrado en Adriana Schettini a la interlocutora perfecta, a tal punto que Pasen y vean es un coloquio-espectáculo, otro film de Favio, un libro que será un amigo entrañable de nuestra memoria.