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Los recuerdos se suceden, uno tras otro, gozosamente dispuestos con la natural arbitrariedad que impone la memoria. No apelo a la nostalgia, porque estaría hablando de un final y en mí, todo es siempre un comienzo. Fui parte de esa historia que intentó construir una cultura popular que abarca hechos, costumbres y personajes. A menudo me encontré con fuerzas dispares y algunas veces luché en inferioridad de condiciones, pero nunca me oculté ni abandoné el campo de batalla. Los tropiezos, las debilidades, los triunfos y las derrotas que coseché no han sido más que los juegos de acertijo que nos impone la vida.
Como podrá percibir el lector, no hay en estos recuerdos, ni dolor, ni resentimiento, ni mucho menos esa cruel sensación de no haber hecho lo suficiente. Tampoco pontifico ni ofrezco verdades absolutas. En todo caso cuento, con cierta dosis de humor, los momentos más relevantes de una vida intensa: la mía.