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Los films de Fritz Lang no quieren decir “esto” o “aquello” sino que, a la manera de los grandes artistas de todos los tiempos, se limitan a presentar los elementos a fin de que cada espectador coja la parte que le corresponda de sus mostraciones y sobre ellas construya un edificio de verdad o de falsedad, según normas que residen en el espectador y no en el autor.
El espectador actual, si hace el necesario esfuerzo de adecuación histórica, es capaz de comprender hasta qué punto “M” es una lúcida denuncia de los diversos errores -todos ellos fatales y uno de los cuales iba a triunfar- que conducirían al caos a los hijos de Alemania.
El propio Fritz Lang ha dicho: “La lucha del individuo contra el Destino quizá sea la base de todos mis films; el combate del hombre (primariamente bueno) contra una violencia ejercida desde arriba, superior a sus fuerzas, sea la violencia de una injusticia aceptada por todo el mundo, sea la violencia de una sociedad, de una autoridad o de una organización corrompida. Sin excluir la violencia de sus propios impulsos, conscientes o inconscientes”.
“Lo que me indujo a realizar ‘M’ no fue únicamente el deseo de investigar los impulsos que pueden llevar a un hombre a algo tan espantoso como el asesinato de un niño, sino la necesidad de considerar los pros y los contras de la pena de muerte. Lo que el film postula no es, sin embargo, la condena del asesino, sino servir de advertencia a las madres: hay que cuidar mejor de los pequeños”.