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• Arte

PAÍS DE ORIGEN
Buenos Aires, Argentina

Misterios del mundo de las letras: el que se propone registrar cosas íntimas con absoluta veracidad, sin temor a la propia confesión, encuentra las palabras en la absoluta autenticidad; así habría encontrado Libertad, hallazgos de una veracidad, sin miedos ni retaceos. Un lenguaje preciso, claro, abierto, sencillo y complicado a la vez. Sin contar con nadie al volcarse a escribir sola, permaneció libre de toda confrontación, de todo auxilio, ni siquiera familiar.

Un bello estilo capaz de transmitir su estado de ánimo, ante el de los demás, para dejar verdad sin tapujos ante las deformaciones hechas por otros, para contar las peripecias de su vida, para manifestar sus protestas hacia comentarios malévolos.

Una vida sentimental plena de contrariedades, que hace imprescindible la defensa de dignidad. En la vida doméstica, la de los matrimonios y la de la maternidad, como también en los conflictos políticos, que enfrenta esa dignidad irreversible contra la amistad que, altivamente desdeña y repudia, ante la imperiosidad de no aceptar dominancia de sentido más político que sentimental; y también para defender un altruismo, que llega a ser heroico.

Pero no, no es así, nada de improvisación propicia, porque un estilo no se inventa, se aprende con mucha vocación; como el pintor tiene que hacer el aprendizaje técnico, mezclar los colores y preparar las telas antes de embadurnarlas. Un verdadero oficio con el regusto adrede, si pretende deshumanizarlo hacia lo abstracto, es decir, destruir las formas, a fin de lograr la expresión espiritual del pensamiento. Libertad tiene un estilo que no cabe duda ha aprendido. Eso tiene que ser lo cierto. El estilo de Libertad proviene de una dedicación honda y perseverante. Sabe decir sus verdades, tal como su rostro de actriz, rostro que habla, que configura el alma y penetra los estados de ánimo. Sin vanidad, y en cambio sí, el más legítimo orgullo. Eso es lo que usted va a leer, así como yo he recorrido esas páginas, con fervor y con encanto.

Edmundo Guibourg