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La carrera de Kenji Mizoguchi (1898-1956) alcanzó su plenitud en la década de los 50. Su estilo se caracteriza por la lentitud, el estatismo y una serenidad inigualada en la historia del cine. Denunciador del sufrimiento y de la injusticia, Mizoguchi posee una sensibilidad visual incomparable.
La etapa de plenitud del cineasta japonés comenzó con El destino de la señora Yuki (1950) y La vida de Oharu, mujer galante (1952), aunque su mayor éxito mundial fue Cuentos de la luna pálida de agosto (1953) que alternaba lo real y lo fantástico creando un mundo de profunda belleza y sugestión.
Mizoguchi sólo realizó dos películas en color, de una armonía cromática sin parangón: La emperatriz Yang Kwei-fei (1955), conmovedora tragedia de amor y muerte, y El héroe sacrílego (1955). Su última película, La calle de la vergüenza, fue estrenada después de su muerte.