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Jorge Luis Borges es quizás el escritor de habla hispana en quien se da en su forma más perfecta la difícil conjunción de fondo y forma, idea y expresión, pensamiento y estilo. Y siempre en este autor -ya como narrador de cuentos fantásticos o como ensayista riguroso y erudito- la imaginación de alto vuelo o el pensamiento claro y profundo encuentran su matemática expresión en un estilo condensado, preciso, de clásica raigambre.
“Permanente y enérgico excitante. Obra de plenitud intelectual y artística”; así juzgó Pedro Henríquez Ureña a Borges y su obra. Y Amado Alonso: “Nadie entre nosotros ha creado como él un estilo tan ‘estilo’, uno en que tanto resalte la singularidad del hombre en el riguroso plan de la pieza entera, en el engranaje de necesidad con que se desarrolla, en el ayuntamiento de dos palabras, en cada vocablo”.
Historia de la eternidad es la primera de las obras de Jorge Luis Borges que Emecé editó en volúmenes separados y uniformes, hasta completar la totalidad de la producción de este extraordinario escritor argentino.
“El tiempo”, dice Borges, “es un problema para nosotros, un tembloroso y exigente problema, acaso el más vital de la metafísica; la eternidad, un juego o una fatigada esperanza. Leemos en el Timeo de Platón que el tiempo es una imagen móvil de la eternidad; y ello es apenas un acorde que a ninguno distrae de la convicción de que la eternidad es una imagen hecha con sustancia de tiempo. Esa imagen, esa burda palabra enriquecida por los desacuerdos humanos, es la que me propongo historiar”.