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Nacido en Dublin, Irlanda, en 1906, Samuel Beckett escribe sin embargo en francés. Ha publicado varias novelas -“Murphy”, “Molly”, “Malone muere”-, pero su nombre adquirió resonancia mundial principalmente por sus obras de teatro. Su primera pieza, “Esperando a Godot”, data de 1953 y a causa de su rigor formal ha sido comparada por los críticos franceses con la “Berenice” de Racine. “Final de partida” es la segunda de sus obras teatrales y fue escrita en 1957.
Cuatro únicos personajes ocupan la escena y dialogan entre sí: Hamm, el dueño de casa, un inválido confinado a su sillón; Clov, el sirviente, que no puede sentarse y deambula continuamente por la casa; Nagg y Nell, los padres de Hamm, encerrados en sendos techos de basura. Todos viven en un mundo absurdo, regido sin embargo por una lógica peculiar. Un mundo del que quisieran escapar, pero al que finalmente se han resignado. “Uno llora, llora, por nada, por no reír -exclama Hamm-, y poco a poco… una verdadera tristeza nos invade”.
“Final de partida” es una obra maestra del teatro contemporáneo y una de las más representativas de un autor cuyo genio dramático, al decir de Maurice Nadeau, “reside en su capacidad de revestir a la tragedia con los ropajes de la farsa”.