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Los problemas de la ética artística fueron una preocupación constante de Stanislavsky desde los comienzos mismos de su actuación teatral. No dejó de pensar en ellos hasta el día de su muerte. Ya en los primeros pasos de su carrera, cuando probaba sus fuerzas de actor y de “régisseur” en un teatro de aficionados, procedía en lo tocante a la ética y la disciplina con una severidad y una decisión extraordinarias, ya no sólo en un aficionado, sino incluso en un profesional.
En su libro Mi vida en el arte, en el capítulo consagrado a la puesta en escena del Otello de Shakespeare en un teatro de aficionados llamado “Sociedad Moscovita de Arte y Literatura”, Stanislavsky recuerda al pasar: “Mi esposa enfermó, y se hizo necesario pasar el papel de Desdémona a otra aficionada; pero ésta se portó mal, se le subieron los humos, y por eso, como castigo, debí sacarle el papel”. Quitar el papel a un actor sólo porque “se le han subido los humos” es un hecho inusitado. Sin exgaeración se puede afirmar que si se hiciera norma el quitar su papel a los “primeros actores” por el sólo hecho de que se les han subido los humos, los nombres de las “celebridades” desaparecerían de las carteleras de casi todos los teatros del mundo.
Extraído del prefacio.