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Al término de la Segunda Guerra Mundial, el drama psicológico-realista, con fuertes raíces en Ibsen, Strindherg y O’Neill, se enseñorea de la escena norteamericana. Uno de sus máximos representantes fue, sin duda, Tennessee Williams.
Nació el 28 de marzo de 1914 en la Rectoría Episcopal de Columbus (Miss.), Thomas Lanier Williams -tal su nombre legal- desempeñó los más diversos oficios -lustrabotas, portero, mozo, etc.- al tiempo que estudiaba en la Universidad. Escribió luego poemas, relatos, alguna novela, un libro de memorias y numerosísimas obras teatrales, que son las que le han brindado dilatada fama.
El choque entre la realidad y la ilusión, la frustración, la soledad, la fragilidad psíquica constituyen los temas básicos que el dramaturgo desarrolla en un clima de desintegración obsesionante, ríspido. El zoo de cristal (1945), Verano y humo (1947), Un tranvía llamado deseo (1947), La rosa tatuada (1951) y La noche de la Iguana (1962) se cuentan entre sus principales obras. Durante muchos años, Editorial Posada publicó, con éxito sostenido, las piezas fundamentales de Tennessee Williams en sus colecciones Gran Teatro del Mundo y Teatro en el Teatro; luego fueron incorporadas a la Biblioteca Clásica y Contemporánea en tres tomos sucesivos (N° 455, 457 y 458). En esta misma colección se publica ahora El país del dragón, en dos volúmenes que reúnen ocho obras breves. A la vez que permiten completar la imagen de un autor clave, ellas son ejemplo de síntesis escénica y concentración dramática.
Contiene las obras: En el bar de un hotel de Tokio; Me remonto en llamas, gritó el Fénix; La mutilada; No puedo imaginar el mañana.