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Kierkegaard ha distinguido tres momentos idales en el ritmo de su pensamiento: el estadío estético, el ético y el religioso.
El Diario de un seductor pertenece a los escritos típicos del momento estético y constituye (junto con el extraordinario comentario del Don Juan de Mozart) uno de los capítulos centrales de su Aut-Aut.
En el desarrollo de la filosofía existencial de Kierkegaard, que es una filosofía de elección entre distintas posibilidades de vida, los dos primeros momentos se superan, bajo el empuje del aburrimiento, de la melaconlía o de la inexcrutable fe, para desembocar en el único estadio emocional que tiene una validez absoluta: el religioso. Kierkegaard ha declarado que sus obras estéticas no son más que una máscara, una escenografía literaria que sirve de fondo a su vocación dominante y única de escritor religioso.