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El siglo XVIII, tema de este tercer tomo, acapara el ciclo de la Ilustración que, adelantamos, sale al encuentro de supersticiones y fanatismos religiosos para reivindicar el uso del pensamiento racional y científico. Lamentablemente el teatro no acompañó, o acompañó raramente, este clima de efervescencia intelectual, ya que la creación artística fue reemplazada por la especulación teórica. Como bien retrata nuestro Raúl Castagnino, “se ha dicho, con razón, que nunca se discutió más sobre el método de producir obras maestras que en el momento en que esas obras faltaban”.
Roberto Perinelli