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Se ha dicho que Alicia, al descender por la madriguera del conejo, está retrocediendo al útero materno. Todo lo contrario. Está avanzando hacia ese momento, ya cercano, en el que ingresará en el mundo social de los mayores. Por eso, al llegar al fondo de la madriguera, se encuentra con un frasco que dice “bébeme”, y Alicia duda entre beber o no, entre crecer o no, entre hacerse o no mayor. Alicia bebe y crece y pasa revista a la sociedad británica de su tiempo, gente de todas las categorías sociales, desde las clases más bajas del campesinado (Pat o la Lagartija Bill), a la clase media (el Sombrerero), a la burguesía (el Conejo), la nobleza y la realeza… Todo el mundo de los adultos está regido por unas normas que no tienen sentido. Lewis Carroll nos cuenta en Alicia el último sueño de la niñez: el sueño en el que el niño se enfrenta al mundo de los adultos, no para verlo desde fuera sino para ingresar en él. El ingreso del niño en este nuevo mundo supone una aventura tan formidable como lo era para Livingstone adentrarse en el corazón de África. Alicia se convierte en la primera novela moderna, al proclamar que los grandes descubrimientos del hombre no están en el espacio exterior sino en su propia interioridad.
Lewis Carroll (1832-1898), famoso matemático inglés, conocido universalmente por Alicia en el país de las maravillas (1865), y A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (1871).