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Fotografías que “significan” son aquellas en las que el paso de un ojo al otro y de éste al siguiente y por fin al que debía ser el desencadenante se ha dado con felicidad, con tersura y coherencia. ¿Pero qué ve la mirada que mira o, mejor dicho, qué busca mirar? Aquí, el ojo de Sebastián Miquel ha mirado a Tupac Amaru y, si el ojo del espectador mira lo que él ha mirado y registrado, verá un conjunto conmovedor, la esencia que una fotografía puede presentar como un perfume exquisito. (Prólogo, Noe Jitrik)
Admirar la existencia de un circuito de cuatro miradas lleva a comprender lo que entendemos como el “arte” de la fotografía: cuando las relaciones entre las cuatro miradas son armónicas, empalman, son buenas, o sea cuando cada una de ellas ha hecho una interpretación que encaja, el acto está completo, la fotografía objetivada, en el papel o donde sea, el sentido resplandece y en consecuencia se comprende algo que no estaba seguramente propuesto pero que residía en el gesto mismo de fotografiar y lo justificaba.
En suma, fotografías que “significan” son aquellas en las que el paso de un ojo al otro y de éste al siguiente y por fin al que debía ser el desencadenante se ha dado con felicidad, con tersura y coherencia. ¿Pero qué ve la mirada que mira o, mejor dicho, qué busca mirar?
Aquí, el ojo de Sebastián Miquel ha mirado a Tupac Amaru y, si el ojo del espectador mira lo que él ha mirado y registrado, verá un conjunto conmovedor, la esencia que una fotografía puede presentar como un perfume exquisito.