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Es Dalmiro Saénz, el autor por excelencia quien suscita a su alrededor enconadas polémicas, por ello ¿Quién, yo?, no pudo escapar al principio, ya que no sabemos si habrá un director que logre darnos en el reducido espacio de un escenario esa sucesión de ambientes y panoramas: un juzgado, la cubierta de un barco, el mar, un colegio, una calle de París, la jaula del elefante, un almacén, una estancia, el trozo de muelle donde trabaja el equipo de buzos, un boudoir recocó, una oficina de redacción…
Será difícil también hallar un actor que encarne al protagonista, un personaje bufonesco que nos indigna o nos mueve a compasión, que tanto puede ser un loco como un iluminado, un retardado, un truhán lleno de recursos o el náufrago desolador de una época de terrible incertidumbre. No sabemos si, de realizarse, la pieza tendrá éxito de taquilla, buena o mala prensa, pero está siempre en ella Dalmiro Sáenz, el buscador infatigable de nuevos caminos, de recursos técnicos atrevidos, de situaciones originales que nos hagan salir de lo incoloro, de lo aplastadoramente convencional.