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El teatro es un arte arraigado como ningún otro en la trama palpitante de la experiencia colectiva y es sensible a todas las convulsiones de la vida social. En la obra teatral la creación literaria se ve desbordada continuamente por una experiencia más vasta: el texto representado sugiere movimientos que no se reducen a “efectos”, ni siquiera a la estética. La obra que halla público se escapa al autor: representada, se torna realidad viviente y concreta. Así el arte alcanza un grado que por su extensión va más allá de la literatura escrita, y la estética se convierte en acción social. Aun se diría que la sociedad humana recurre al teatro, cuantas veces desea afirmar su existencia o cumplir un acto decisivo que la compromete. Mediante el teatro y mediante las teatralizaciones sociales, el hombre se da forma a sí mismo.