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El Festival que nació de la crisis
El 2001 en Argentina, un año que sin duda no invitaba a planificar, sólo a ver un presente con muchas angustias, en Tandil surgió lo inesperado: que en el campo de la cultura, en el peor momento para generar emprendimientos, se concretara un objetivo largamente anhelado por generaciones enteras, nada más y nada menos que con festival de cine. Estas paradojas de la historia encontraron en un artista de la ciudad, figura nacional y popular de nuestro cine y teatro, el empuje para esta gestación. Víctor Laplace, había venido a Tandil a estrenar El Mar de Lucas, su primera película como director. En medio de una entrevista en casa de su hermana Ligia sentenció que a Tandil le faltaba un acontecimiento cinematográfico mayúsculo. Por entonces la ciudad tenía historias de cine clubes y cinéfilos pero sin un respaldo organizacional para llevar adelante estructuras de difusión de mayor envergadura.
En esa charla inicial, Laplace contó con el inmediato compromiso de la Universidad Nacional del Centro pero el proyecto no podía soslayar al propio Municipio. Los soportes institucionales públicos concentraron a voluntades individuales vinculadas al quehacer cinematográfico y además se sumó un ente privado: la Biblioteca Rivadavia, con toda una trayectoria en la promoción del “cine que no se ve”. Así, en el año de la crisis nacional, el 7 de octubre, Tandil veía nacer un nuevo acontecimiento cultural que llegaría para quedarse, primero en formato de muestra, cuatro años después convertido en festival competitivo, siempre con el apoyo y aval del INCAA, con la colaboración de otras entidades y empresas. Por entonces había muy pocos festivales en el interior del país, por eso fue bienvenido y tantos años después sigue teniendo el reconocimiento precisamente por esa historia inquebrantable que acompañaría los mejores años del cine nacional.