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Generalmente, los acontecimientos particulares, la cotidianidad de quienes fueron parte actoral en la construcción de la historia, no son conocidos. Los hechos, muchas veces, con su objetividad, borran la presencia humana. Otras, la explicación erudita de aquellos deja de lado la anécdota personal. Esta obra, escrita hace más de 120 años, es casi una infidencia. El autor se adentra en el mundo de los efectos zigzagueando el que corresponde a las causas. Aceptado ese sendero, el lector podrá adentrarse en la obra para gozar de las alternativas formales de los personajes, para conocer formas de vida, maneras de relación. Esta pintura de época tiene el mérito de mostrarnos el marco cotidiano por donde -tal vez sin saberlo los actores o el autor- la historia transcurre, se hace. Los hombres y las cosas, entonces, adquieren dimensión no solamente por lo que tienen de significativo desde un punto de vista exclusivamente histórico, sino por lo que son, por cómo se proyectan los primeros y dentro de qué valor se juzgan las segundas. En síntesis, un libro ameno, en el que la anécdota toma un puesto de privilegio que, de modo alguno, excluye el más importante ámbito de la historicidad.