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Se podría decir que el circo es el espectáculo más antiguo del mundo, pues sus orígenes se confunden con los del rito. Su arte explota principalmente las destrezas y posibilidades del cuerpo, sin olvidar otras artes como la danza, la música e incluso la palabra. La suma de estos recursos produjo siempre un efecto mágico al que resulta difícil sustraerse.
En el año 3500 a. C. había ya malabaristas en Egipto, y un tiempo después equilibristas y acróbatas a caballo. Europa sumará luego los luchadores, atletas, domadores, y sobre todo los mimos, trovadores y cómicos trashumantes. El circo -recién en 1782 comenzó a llamarse así- tenía su ámbito natural en los mercados de las ciudades y en los pueblos de la campaña, pero también podía montarse para los príncipes, sin tener por ello que enmascarar su verdad, su libertad irreductible.
En un sentido estricto, este libro es una minuciosa historia del circo criollo en la Argentina, pero también aborda otras expresiones de teatro popular y los diferentes tipos de circo. El propósito de la autora no es sólo documentar el proceso de este arte, sino también contribuir a su revitalización, apoyando así una empresa que ya acometiera en la práctica institucional, lo que sin duda constituye un hito sustancial.