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Como Maiacovski, como Eluard, este poeta nato, irremediable, que fué Brecht, se vió acosado por el torbellino de su época; la larga historia de atropellos y frustraciones que constituye nuestro siglo, imprimió a su obra el sello de una consciente e imperiosa militancia. Dramaturgo social, supo escapar de las limitaciones y a la ramplonería habituales en el género, mediante su negativa a esa especie de maniqueísmo de izquierda que bordea los límites de una nueva fe, por el humor cruel, a veces despiadado con que traza sus personajes, por la virulencia poética que subyace en el planteo voluntariamente contenido de los imperecederos temas del hombre.