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El presente trabajo es el resultado de cincuenta años de práctica de escenario, de docencia y de meditación teórica. No menos de doscientas escenografías estrenadas -desde el Festival de Estudiantes de Arquitectura de 1941 y la puesta en escena del Peer Gynt en La Máscara, Maipú 28, de 1947-.
En ese transcurso y hasta hoy, nos fuimos afirmando en la creencia que el arte actual -y con mayor razón del futuro inmediato- sólo es posible en la encrucijada de una práctica y de una teoría. Diríamos que detrás de cada escenografía o puesta en escena debe haber un tomo leído y estudiado de teoría. Esta no es más una posibilidad, es una necesidad; no ya una alternativa oportuna, es una obligación asertórica. Pero, así como la práctica es difícil, la teoría es más difícil aún. Hay que saber armarse una teoría, porque no es cuestión de erudición y el texto disciplinario puede ser un arma de doble filo. Escribimos para el hombre de escenario, autor, director, actor, escenógrafo. No sabemos cuánto puede ser de utilidad para el crítico o el teórico, priorizando ellos la lectura del texto a la vivencia y vigencia del escenario. Abramos el diálogo.
Hemos partido de una fundamentación semiótica -modelo de Peirce- pero denunciamos toda dogmática académica. Creemos que aquella orientación posee una fecundidad asombrosa; a nuestro juicio, y en función de la experiencia, la orientación lingüística está agotada o es improcedente para la escena. Pero aquí también nos reservamos plena independencia y preferimos nuestros propios modelos extraídos de la misma vida del escenario. Poco a poco -a lo largo de la tarea- los doscientos libros de “teoría semiótica y/o lenguajes de escenario” consultados, fueron deslizándose de nuestras manos y nombres y títulos pomposos fueron palideciendo. Al final nos quedamos con una docena de escritos de… Artaud, Grotowski, Barba, Brecht, Kantor, Soriau y naturalmente de Gouhier y su Esencia del teatro. Paralelamente nos fue imprescindible desbordar la escena para comprender la escena. Entonces abordamos los textos densos de Cassirer, Merleau Ponty, Bachelard, los psicoanalistas hasta Lacan, los semióticos desde Peirce hasta Todorov y la última generación, los lógicos como Wittgenstein y los poetas como Mallarmé, Kafka, Hölderlin, Novalis, Saint John Perse.
Tuvimos el enorme privilegio de trabajar dentro de la generación del Teatro Independiente, generación de autores, actores, músicos, directores, escenógrafos, críticos y teóricos que hizo posible una expresión de arte orientada al pueblo, sosteniendo una elevada ética.