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La editorial francesa que publicó este libro en su original, lo incluyó en una colección denominada “Mi oficio”. Y eligió a Jean-Louis Barrault para que definiera en un volumen la esencia de la labor teatral y el alma de esta apasionante actividad espiritual. Y nadie como Barrault, hombre de teatro por antonomasia, podía hacer frente con tanta autoridad a ese llamado. Pues para este artista francés, su trabajo es un auténtico oficio, en sentido casi litúrgico: “oficia” cuando dirige una puesta en escena, cuando encarna un personaje, cuando calcula los costos de una escenografía, cuando barre el escenario… El suyo es un sacerdocio profano, nacido del amor al hombre, a lo humano, y de una vocación de servicio concretada en una realidad cultural: la representación escénica.
La prosa de Barrault es viva, intensa, con tendencia a la síntesis nerviosa de los hechos. En efecto, el autor no teoriza ni declama su verdad, no explica cómo debe ser un hombre de teatro ni cuál es su opinión sobre el asunto, sino que relata directamente cómo vive él, qué hace, cómo construye paso a paso ese mundo de ilusiones y conflictos, donde a veces no se puede distinguir lo que ocurre en la escena de lo que sucede en los camarines. Barrault puede afirmar, como todos los grandes, que su verdad es su vida; por eso este libro no es un ensayo: es prácticamente una novela, y con toda la atracción de lo vivencial.
Por consiguiente, es un libro escrito para todos: para el dramaturgo tiene páginas dedicadas al análisis del proceso creador; para el actor, consejos y reflexiones de excepcional valor profesional; para el director, especialmente, una segura guía de la puesta en escena y un penetrante estudio de la psicología de todos sus colaboradores; para cada uno de los que participan del espectáculo, aún los más humildes, una tierna referencia que los abraza en la seguridad de que el secreto del éxito depende del sentido comunitario con que se trabaje; para el espectador y el profano, despliega en sucesión vertiginosa las preocupaciones, incertidumbres, dudas e inconvenientes que preceden a la noche del estreno e introduce en el maravilloso engranaje de esa fábrica de vida que es un espectáculo teatral, dejando entrever esa faz siempre invisible desde la platea.