Gustavo Lazarte (director del Teatro Bajosuelo) junto al reconocido actor Germán Romero ( estudió en la Escuela Superior de Teatro de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires , luego se mudó a Buenos Aires donde se perfeccionó y comenzó un camino , arduo y versátil , que lo llevo a trabajar tanto en el teatro (on y off) como en cine y televisión) se lanzaron , en este caluroso verano tandilense, a ensayar “Puré de Alejandro”, obra basada en textos del libro Vagones Transportan Humo (2000) de Alejandro Urdapilleta.
Al espectador desprevenido, ésta obra podrá parecerle un mero homenaje póstumo a un actor/ escritor que ya no está (recordemos que Alejandro Urdapilleta falleció en Bs. As un 1 de diciembre 2013). Pero no, yo les aseguro que detrás de esto hay mucho más. Es un aire fresco entre tanto enlatado, entre tantos textos conocidos hasta el hartazgo. Es un “traer” a nuestras cabezas la movida del Parakultural, ese sótano oscuro que por el año 1985 abrían Omar Viola y Horacio Gabin en un Buenos Aires en el que sonaban acordes de los Redonditos de Ricota o de bandas como Todos tus Muertos. En su escenario comenzaban a brillar las Gambas al Ajillo, y Urdampilleta, Batato Barea y Humberto Tortonese recitaban poesías en tono irreverente.
El unipersonal que plantea Gustavo Lazarte, muestra un laburo actoral que nos desafía, porque son textos que se resisten a ser clasificados. Textos que dejan al descubierto estados del alma. El mismo Urdapilleta los tuvo que reconstruir para poder editar. Son palabras que calan hondo.
Un actor que de pronto nos dice” si pudiera volver…si hubiera milagros todo el tiempo” y se va del escenario, reaparece y nos sacude (correspondería la frase: me sorprendió como cachetazo de manco), con otro relato corto. Germán Romero conmueve (“grito porque siento, grito porque soy un espejismo que siente”), su trabajo es visceral, más “desde adentro” de cómo presentaba sus personajes Urdapilleta, se ve ductilidad en la dirección, simpleza en la puesta, en fin: combo prometedor. Nunca olvidar, queridos lectores, que sólo somos hombres frente a hechos artísticos que nos traspasan, que nos modifican, arte al que odiamos y amamos al mismo tiempo. Hombres…”hombres desnudos, marchando al son de plegarias cantando las borracheras. Hombres bonitos de ojos de perro con aguas en sus sonrisas”.