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El Aniceto (Hernán Piquín) es dueño de un gallo de riña, el Blanquito, que es su orgullo y la envidia de los demás galleros. Los reñideros, el bar y el baile del pueblo son el eje en torno al cual gira su universo. Un atardecer conoce a la Francisca (Natalia Pelayo), una empleada de ferretería. El Aniceto la seduce y, al poco tiempo, la lleva a vivir con él a la pieza que comparte con su gallo: un cuartito de adobes enclavado en un terreno desocupado. Con la llegada de la Francisca el ambiente árido de la pieza cambia. La comida a tiempo, el amor siempre a flor de piel, la tierna mansedumbre con que lo espera en esas largas noches en que el Aniceto se pierde por las galleras, lo van ganando. El Aniceto se siente bien con la Francisca.
Hasta que irrumpe la Lucía (Alejandra Baldoni). Desenfadada, sensual, con un brillo especial en la mirada en la que se adivina un sesgo sobrador. Es hermosa y lo sabe. El Aniceto se entrega. Nace así el triángulo amoroso que desencadenará en tragedia.